Ingeniería, Instalación y Desarrollo Solar

La solución real para el sistema energético

08-Abr 2022

Somos conscientes de que en todo el mundo las personas sufren enormemente por los impactos del cambio climático, la pandemia de la COVID–19 y por las guerras en curso. El reciente informe del IPCC arroja una imagen aterradora de los impactos que ya se están sintiendo en todo el planeta, y que resultan mucho más duros en el Sur global. No queremos que otro conflicto armado traiga más inestabilidad y pérdida de vidas. Necesitamos unidad y capacidad para afrontar los retos que nos esperan.

La situación actual, en el momento que vivimos entre guerras, pone de manifiesto que los combustibles fósiles y los impactos del cambio climático agudizan los conflictos, haciendo sufrir aún más a las personas más vulnerables. Por esta razón, una mayor inversión en combustibles fósiles e infraestructuras relacionadas hará que aumenten las perforaciones, el fracking, las emisiones asociadas y solo servirá para empeorar los impactos en el planeta y la salud de las personas.

Esta guerra de Ucrania y Rusia ha dejado aún más claro la gran dependencia europea y del Estado español de los combustibles fósiles, en especial del gas fósil. A la misma vez ha aclarado la importancia de nuestras finanzas públicas. Las compañías gasistas se han beneficiado enormemente de la crisis de los precios de la energía y pretenden sacar más provecho de la guerra. España, Europa y todo el mundo necesita una eliminación progresiva de los combustiles fósiles, para eso se ha de apoyar una transición energética rápida y justa que evite el uso del petróleo, el gas, carbón y la energía nuclear. De este modo, contribuiríamos al ahorro energético. Es el único camino viable para reducir rápidamente la dependencia de los combustibles fósiles, contribuyendo al mismo tiempo de forma justa a alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C.

Sin embargo, no se están tomando las medidas necesarias ni en el Estado español ni en la Unión Europea (UE). Esta guerra debe de ser un punto de inflexión para la transición energética, para ello se debe:

  • Focalizarnos en aumentar y garantizar seguridad energética. La UE y los Estados Miembros deben asegurar la integridad y ambición del paquete legislativo sobre clima y energía «Fit for 55» y otras herramientas, como los Planes Integrados de Energía y Clima (PNIEC).
  • Sacar al gas y la nuclear de la taxonomía verde, debido a que estas energías no cumplen con el objetivo de No Causar Daño Significativo (DNSH por sus siglas en inglés), ni producen una contribución sustancial a los objetivos climáticos, sino que son origen de conflictos geopolíticos y objetivos militares altamente peligrosos.
  • Lograr un sistema energético 100% renovable antes de 2040. Se deben acelerar urgentemente las medidas para reducir significativamente la demanda de energía y promoción de energías renovables. Para ello, el gas fósil debe quedar fuera de los hogares como tarde en 2035.
    Evitar la expansión de infraestructuras de combustibles fósiles y otras falsas soluciones. Las medidas a corto plazo adoptadas por el Estado español y la UE para hacer frente a la crisis energética no deben poner en peligro el camino ya recorrido en materia de acción climática, evitando por todos los medios la expansión de las infraestructuras de combustibles fósiles y otras falsas soluciones que se están planteando estos días. Una de ellas es la puesta en marcha de la regasificadora de El Musel. Además de ilegal, es totalmente innecesaria por la capacidad de almacenamiento y regasificación ya existentes. O el resurgimiento del proyecto del gasoducto MidCat, que no resulta una solución en ninguno de los horizontes energéticos si queremos cumplir con el Acuerdo Verde Europeo. Por otro lado, el hidrógeno no puede convertirse en una falsa coartada que fortalezca el papel del gas fósil en el mix energético.
  • Impulsar la transición justa para proteger a la población vulnerable de los precios volátiles de la energía. El acceso a la energía limpia debería garantizarse mediante una tarifa social efectiva, fomentando al mismo tiempo el cambio masivo de calderas de gas por sistemas térmicos renovables y la inversión en eficiencia energética en los edificios.
  • Desvincular el precio de la luz del gas. Las medidas de reducción de la demanda junto con la electrificación son la mejor alternativa al gas fósil. Sin embargo, actualmente es el gas fósil quién acaba marcando los precios, aun cuando sólo una pequeña parte de la electricidad se produce a partir de gas (17% en 2021). Este sistema perverso fomenta el empobrecimiento de la población en favor de las ganancias de las grandes compañías energéticas, además, distorsiona las señales de precio, dificultando la apuesta por la electrificación.
  • Prohibir la publicidad que promueva el uso de cualquier combustible fósil como combustible de transición a las energías renovables. La promoción de los combustibles/energía fósil como transitorios supondría una resistencia al cambio a las energías renovables y, por tanto, un freno en la apuesta por un futuro sostenible.
    Necesitamos construir un futuro más resistente, pacífico y seguro, en el que la acción climática y el compromiso de la población nos lleve a consumir menos energía y que la consumida sea sostenible, renovable, asequible y libre de conflictos. Una sociedad con energía renovable accesible para todas las personas no solo ayudará a afrontar la crisis climática, sino que también garantizará la seguridad energética, siendo el mejor seguro contra futuras subidas de precios de la energía y una forma de proteger a las personas más vulnerables.

 

Fuente: beenergy.es

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