Si Matías Prats no fuera presentador de informativos, quizá en un universo paralelo podría haber sido una ecuación, o una constante matemática. La constante de Prats es evidente, es tan clara en su enunciado como E=mc2: el tiempo pasa, y se demuestra que es relativo, pero él no cambia apenas, lo que le convierte en una categoría de lo absoluto a la que habrían prestado atención los teólogos medievales, y, como nos descuidemos, también se nos va a convertir en una manifestación empírica de lo infinito. Es decir, nosotros nos iremos (y se quedarán los pájaros cantando, como en el poema de Juan Ramón Jiménez), pero él seguirá ahí con los pájaros, o en el plató de Antena 3, contando las noticias con un giro final de guion que provoque perplejidad o, con suerte, una emisión de risa floja.